Neruda, siempre Neruda - José Vicente Rangel


Señoras y Señores:



Cada uno de nosotros llega hasta Neruda por distintas rutas. Por las rutas del amor, de la paz, de las luchas del hombre todos los días, de los misterios del bosque, de la dureza de la piedra, de la fragilidad del helecho, de la ternura de los niños, de la pasión por la flora y por la fauna. Un ejemplo -y disculpen la mención personal-: mi primer artículo lo escribí sobre Neruda, siendo muy joven, en un diario de Barquisimeto. 

Años después, en plena dictadura perezjimenista, cuando salí de la cárcel hacia el exilio, el interrogador me preguntó a dónde quería ir. Le respondí que a Chile, y el esbirro requirió el por que de la escogencia. Le respondí que por Neruda, a lo cual el me repregunto: “¿Quién es ese carajo?” Le contesté: un poeta. Su comentario fue: “Por eso ustedes están jodidos, creyendo en poetas...” Fue así, tras la huella luminosa de Neruda, como a los 23 años me fui buscando la libertad, la cual halle en su tierra, como también la formación política y el amor de Anita.

Cada quien lleva por dentro un Neruda. Un Neruda de barro alfarero, de artesano de muñecas, de altura andina de cóndores. Un Neruda de rebeldías, que jamás eludió el compromiso con los humildes, que no rehuyó el debate sobre el hombre, y siempre enfrentó a la oligarquía y al imperio. Neruda llega a la grandeza como artista a través de las cosas sencillas. 

Desentrañando los secretos de la palabra, en un ejercicio insólito de autenticidad, porque para él el verso nunca fue torre de cristal, ni evasión, sino testimonio cotidiano de un itinerario de recreación del hombre.


Los caracoles de todas las playas del mundo, los objetos despreciados, las botellas de infinitos colores, los mascarones testimoniales de trágicos naufragios, recuperaron con el calido toque de sus manos plena autenticidad. El supo domar el tiempo y atrapar en su poesía las esencias de la naturaleza y el sentir más intimo de los seres humanos.


El reconocimiento al poeta en este centenario de su nacimiento, de aquel que dijo "me refugié en la poesía con ferocidad de tímido", es el reconocimiento a una obra monumental. Su pasión, su fuerza interior, su capacidad para detectar la condición humana y unirla a todo cuanto la rodea, al entorno de crepúsculos, de mares encrespados, de plenitud terrenal, no conduce a que el silencio abata al Neruda político, defensor de la libertad y la soberanía nacional. 

Neruda hizo compatible la poesía y la política. Asumió el compromiso de ser leal a una causa, a una idea, sin devaluar la poesía; y elevó su poder creativo a cotas sublimes sin renunciar a su credo político.


El autor de Crepusculario, Veinte Poemas de Amor, Residencia en la Tierra, Las Uvas del Viento, Extravagario, Odas Elementales, Canto General, no se contradice con el autor de Los Versos del Capitán, España en el Corazón o el Canto a Stalingrado. 

En Neruda convivieron, simultáneamente, sin contradicciones, la más elevada voz poética del Siglo XX con el más consecuente militante político, fiel toda la vida a su partido, el Partido Comunista de Chile; fiel a la República Española; fiel a todas las causas dignas, a la batalla contra el imperialismo y a la defensa de la soberanía de nuestros pueblos.


Neruda no hizo poesía para eludir la realidad, sino para reafirmarla y enaltecerla. Neruda no hizo poesía para ocultar miserias sino para enfatizarlas y combatirlas. Neruda escribió lo mejor de su obra siendo un perseguido político, el perseguido del inefable Gabriel González Videla, cuya réplica en Venezuela fue Rómulo Betancourt. 

Un discurso suyo en el Senado de Chile, "Yo acuso", pronunciado el 6 de enero de 1948, desata la represión oficial en su contra. Es desaforado, pasa a la clandestinidad y, luego, vive un largo exilio. Al regresar a la patria, Chile, continua su actividad política, siempre envuelto en las banderas rojas de la revolución, sin dejar de escribir por un solo día sobre el hombre en toda su dimensión.


Neruda fue pilar fundamental de la campaña que llevó a la presidencia de Chile a Salvador Allende, a quien acompañó con sin igual lealtad en victorias y derrotas. El 21 de octubre de 1971 obtiene el Premio Nóbel de Literatura. Y su muerte se produce pocos días después del golpe infame, cobarde, de Pinochet y Estados Unidos contra Allende y la democracia chilena.


Este acto, como ustedes comprenden, no es un simple reconocimiento al gigante de la poesía, al Neruda de las miles y miles de palabras que tocan el corazón de millones de seres humanos. No es un acto aséptico, exclusivamente literario, elitesco.


Nos inclinamos ante ese ser maravilloso, capaz de afirmar en cada persona la más pura expresión del espíritu y hallar en un verso respuesta a las incógnitas de la vida. Neruda no fue un hombre que creo para las elites sino para todos los seres humanos. Fue leal, al mismo tiempo, al arte y al pueblo. En el no se dio separación alguna entre la palabra como artificio y el sentimiento social. Toda su vida y toda su obra son de una integralidad sorprendente, propia de quien asume a plenitud el acto de vivir.


Quizá el Canto a Bolívar es donde mejor se conjuga el sentir social y la manifestación artística. Nadie olvidará ese poema inmenso, una vez que lo ha leído. Hoy lo escucharemos en hermosa cantata elaborada por brillantes artistas venezolanos como homenaje al poeta y luchador social infinito.


Recordemos aquel final de siembra que no termina jamás:


"Yo conocí a Bolívar una mañana larga en Madrid, en la Boca del Quinto Regimiento.
 Padre, le dije, ¿Eres o no eres? o quién eres?
Y mirando al Cuartel de la Montana dijo: despierto cada cien años, cuando despierta el pueblo".



Oigan bien compatriotas, compañeras y compañeros todos: Estoy seguro, seguro como que estoy vivo, que si Neruda aun viviera estaría con nosotros, exclamando con su voz cósmica, con su poderoso aliento de profeta del hombre nuevo, ¡NO al imperio!, ¡NO a Bush!, como también dijo con toda su carga de patriota irreductible ¡NO a Nixon!, el sanguinario chacal responsable de la inicua agresión contra el proceso chileno de cambios sociales en democracia; estaría gritando con nosotros ¡NO a los que atentan contra la soberanía!; ¡NO al golpismo y al terrorismo!; ¡NO al ALCA!; ¡NO pasarán!, y diciendo, sobre todo, ¡NO volverán! a los representantes de un pasado de humillación y de entrega.

GRACIAS, MUCHAS GRACIAS...

Caracas, 12 de julio de 2004
Discurso pronunciado por José Vicente Rangel,
Teatro Teresa Carreño, a propósito del Centenario de Neruda.

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